Blanco.
Cuadros como colchones blancos. Cuatro paredes.
No podía mover mis manos. No podía taparme los ojos. Estaba como atado. ¿Es que todo había desaparecido de verdad? ¿Es por eso que no podía ver mis manos? Pero podía caminar. Así que caminé y choqué contra los cuadros acolchonados. Cerré los ojos y grité. Quería seguir caminando pero me lo impedían los malditos colchones blancos. Caminaba y caminaba pero no avanzaba. Después de horas de intentarlo inútilmente me tiré al suelo a llorar.
Y apareció de nuevo. Con su cigarrillo y su falda inservible. Me tomó en su regazo y comenzó a cantar una canción de cuna.
Lento.
Lentamente todo se fue desmoronando, los cuadros blancos, mis ataduras o camisa de fuerza, los brazos de mi madre. Yo.
Desaparecí, esta vez, para no volver a aparecer más. La llama se apagó y yo cerré los ojos para siempre.
Cuadros como colchones blancos. Cuatro paredes.
No podía mover mis manos. No podía taparme los ojos. Estaba como atado. ¿Es que todo había desaparecido de verdad? ¿Es por eso que no podía ver mis manos? Pero podía caminar. Así que caminé y choqué contra los cuadros acolchonados. Cerré los ojos y grité. Quería seguir caminando pero me lo impedían los malditos colchones blancos. Caminaba y caminaba pero no avanzaba. Después de horas de intentarlo inútilmente me tiré al suelo a llorar.
Y apareció de nuevo. Con su cigarrillo y su falda inservible. Me tomó en su regazo y comenzó a cantar una canción de cuna.
Lento.
Lentamente todo se fue desmoronando, los cuadros blancos, mis ataduras o camisa de fuerza, los brazos de mi madre. Yo.
Desaparecí, esta vez, para no volver a aparecer más. La llama se apagó y yo cerré los ojos para siempre.
O al menos los ojos de mi mente…
No hay comentarios:
Publicar un comentario