2010

Hola, bienvenidos a esta trinchera, si es que hay alguien que viene...los fantasmas inexistentes y yo les damos la bienvenida. Un saludo y déjense sumergir en las entrañas...

domingo, 9 de agosto de 2009

¿De verdad? ¿O es que...?

¿De verdad existes? ¿Es verdad que estás ahí? Contemplando mis vísceras, analizando el pedazo de alma que expongo…o es que navego por aguas misteriosas, ¿Es que todavía no encuentro mi lugar? Mi puerto. Será que estoy condenado al olvido, buscando conectarme con fantasmas inexistentes…Mis palabras quedarán regadas como sal en este inmenso mar…
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jueves, 6 de agosto de 2009

Historias de Zócalo (TREINTA CIGARROS III)

30 CIGARROS

26. Dejo salir el humo. 27. Sale el pequeño tronco del cofre en el que, estático, me aguardaba. 28. el humo corrosivo entra en mis pulmones. 29. Mi visión se nubla. Atrapado por el humo, me envuelvo en recuerdos. En una niñez llena de pureza. En la vida que pasó. En las alegrías que no se detuvieron ni un día.
Recargado en el barandal del kiosco fumo mi cigarro número treinta del día de hoy. Me despidieron del trabajo y en la casa me espera mi esposa y mi hijo de un mes. Me espera la desesperación y los gritos.
Suspiro, respiro, exhalo. Muero poco a poco, la vida se me escurre como agua entre los dedos. Los sueños se apagan como una farola a punto de fundirse. Le compro chicles al niño y en él me veo a mí y veo a mi hijo. Siento como si me oprimieran el pecho. Camino hasta salir del zócalo. Tomo un camión. Llego a parte de mi destino. Todavía tengo que tomar otro camión más. Busco entre mi bolsillo del pantalón y siento unas cuantas monedas. Me es insuficiente. Caminaré. Mi casa no está tan lejos. Si no hubiera gastado en cajetillas. ¡Qué va! Me hará bien caminar. Tendré un camino para pensar. Una familia que cuidar. Una vida que sustentar. Sueños que resucitar. Tengo el humo de treinta cigarros y contando…

sábado, 1 de agosto de 2009

Historias de Zócalo (ENTRE HILOS DE LUZ Y PALOMAS REVOLOTEANDO II)

ENTRE HILOS DE LUZ Y PALOMAS REVOLOTEANDO

Chiquita. Pequeña. Hermosa. Lo siento. ¿Cuántas veces escuché esto el día de hoy? Sé que se fue, sé que no lo volveré a ver, pero…ya me lo esperaba, todos se lo esperaban. ¿Duele? Claro que duele, pero el dolor no mata. Y si me preguntan si lloré, no responderé. Mis ojos están secos, aunque mi corazón esté empapado. Se lo prometí, pero antes me lo había prometido a mí: No lloraré. Él me dijo que la muerte no tenía porque impresionar, no tenía porque doler, a diario nos desprendemos de algo y aunque no sea tan fácil desprenderse de las personas, la vida así es. Él me lo dijo, y yo siempre le he hecho caso.
Sentada en una banca veo las palomas comiendo lo que la gente les arroja. Alzo mi mirada y veo como los hilos de luz se cuelan entre las hojas de los árboles. Respiro cierta paz y tranquilidad. Ver como ahora las palomas revolotean, ver al niño corriendo que las espantó, verme sumergida entre los destellos de luz. Sentir que nada pasó, que nada pasará. Saber que mi padre me estaría regañando porque una lagrima rueda por mi mejilla, pero que al ver mi sonrisa se habría puesto orgulloso de mí. Si tan sólo estuviera aquí. ¿Pero qué digo? He de seguir, he de levantarme de aquí. Me pongo a caminar, el mundo sigue girando, todavía queda mi madre y mis hermanos, mis dieciséis años y mis amigos, mi abuela, la música y el mar, las nubes y el viento, los algodones de azúcar y el café, los libros, el cine, la esperanza y el amor, todavía quedo yo entre hilos de luz y palomas revoloteando.