2010

Hola, bienvenidos a esta trinchera, si es que hay alguien que viene...los fantasmas inexistentes y yo les damos la bienvenida. Un saludo y déjense sumergir en las entrañas...

miércoles, 29 de septiembre de 2010

El Demonio que Arde (VI)

Manejaba mi Jaguar. Si esto fuera una película, veríamos un flashback de mí dándole unos billetes a Mario, y él rechazándolos. Pero al final los aceptaba porque le decía que era su pago por todos los días que me cuidó. Unas lágrimas se desbordaron de sus cataratas. Antes de que me contagiara, escapé.
Regresamos a mí, manejando el Jaguar. Con una hoja y una dirección en la mano.
En realidad no sabía a dónde iba, pues no recordaba los nombres de las calles ni dónde quedaba cada cual.
Pero mi desorientación no era lo más interesante en ese momento, si no una camioneta negra polarizada que desde hacía algunos cientos de metros me seguía cautelosamente.
Frené y me detuve en una acera. La camioneta sorprendida de mi acción, me rebasó y se detuvo metros más adelante. Yo me quedé dentro del coche a la espera de la persona que le interesaba seguirme. Bajó un enorme hombre, de barba de candado y una panza que parecía desbordarse del cuerpo al que pertenecía. Me miró quitándose los lentes oscuros. Una inmensa curiosidad invadía su rostro. Y el mío por supuesto.
Caminó hacía mí y al fin se detuvo a mi lado. Yo tenía el cristal de mi puerta subido. Lo miraba como tratando de escarbar un recuerdo de él en mi enterrada memoria. El hombre tocó la ventanilla e hizo un gesto para que la bajara. Yo accedí a su petición.
¿José? Dijo él y el movimiento de sus labios descubrió el par de dientes de enfrente cubiertos de oro. ¿Sí? Respondí. ¿Qué haces aquí? Dijo él como si yo tuviera que estar ocupándome de asuntos más importantes que estar buscando respuestas sobre mi pasado. Eso quisiera saber. Le dije pensando en voz alta. El hombre me miró con un gesto de extrañeza. ¿Sabes dónde vive Araña? El hombre cambió totalmente su semblante, balbuceó algo y terminó por decir: Sígueme, seguro te va a querer ver.
El hombre arrastró sus pesadas piernas hacia su camioneta, se subió y arrancó. Yo hice lo mismo. Lo seguí.

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