2010

Hola, bienvenidos a esta trinchera, si es que hay alguien que viene...los fantasmas inexistentes y yo les damos la bienvenida. Un saludo y déjense sumergir en las entrañas...

viernes, 9 de julio de 2010

El Demonio que Arde (V)

Alguien daba un sermón. Las bancas carcomidas por las polillas del tiempo, sostenían los cuerpos de unos pocos fieles.
Mi mirada recorrió el pequeño espacio que era utilizado como iglesia. Nadie me era familiar. Me disponía a partir cuando una arrugada y huesuda mano se posó en mi hombro con la calidez de un viejo amigo. Me volteé y lo vi. Un anciano encorvado, con cataratas en los ojos y las grietas de toda una vida en su piel. Joselito. Me dijo. Y ahí apareció, sentada en una banca, con la cintura torcida para no dejar de verme. Mi madre. Sonreía repugnantemente.
El anciano sin más prólogo me abrazó. ¿Cómo has estado? ¿Qué ha sido de ti? Veo que te ha ido bien. Estás bien grande. Si a ti se te graban estas frases porque seguro las leerás, a mí se me revolvieron en la mente creando una espesa masa que mi cerebro no pudo digerir.
¿Quién es usted? Escupí. Soy Mario, ¿no te acuerdas de mí?, ¿Para qué le miento? Pensé. No, le respondí. Te traía aquí de chiquito, a escuchar la palabra de Dios. Alguien que me reconoce, al fin. Volví a pensar, si se puede decir, alegre.
Yo tenía una tienda y te iba a cuidar cuando tu mamá salía. Decía Mario.
Mi mamá, apareció, usando su biblia como cenicero. Reía. Tenía ganas de…
Y siempre iban a jugar, Paquito, Jorge y Araña contigo. Aunque más que nada iban por dulces. Seguía contando mi nano Mario.
Paquito, Jorge y Araña, seguro eran de mi edad más o menos. Y seguro sabían en qué me convertí después de jugar con ellos en la tienda de Mario. Seguro sabían más que el anciano.
¿Y dónde están ellos? Pregunté, sin más.
Mario suspiro con una triste nostalgia.
Paco, lo mataron. Jorge dicen que se peló pa’l norte. Y Araña vive en una casotota en las afueras del puerto. Recitó el viejo con melancolía.
¿Tiene su dirección?

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